La sangre es roja, las compresas azules
- gajatezumalacarregui
- 13 may 2016
- 4 Min. de lectura
Las últimas decisiones políticas en torno a los métodos de recogida del sangrado menstrual han suscitado un ferviente debate entre defensoras y detractoras de la copa vaginal: natural, barata y amiga del medio ambiente frente a poco práctica, sucia y antihigiénica.
Las vaginas sangran una vez al mes. Todos lo saben. Todas lo han vivido, lo viven o lo vivirán. Aunque para algunas son días dolorosos y para otras simplemente incómodos —hay quien ni la nota—, la publicidad muestra a mujeres perfectas perfectamente felices, con tampones y compresas que quitan el olor. La sangre no es roja, es azul. Las jóvenes reciben poca información y en ocasiones, de empresas privadas. La regla es un negocio más. Desde hace unos años se ha hecho fuerte el movimiento que reivindica la visibilización de métodos alternativos, más ecológicos, económicos y que han servido a muchas para reconciliarse con esa vecina complicada que es la menstruación.

La copa es noticia estas últimas semanas. La Candidatura de Unidad Popular (CUP) de Manresa ha presentado una moción en la que propone que el Servicio de Información y Atención a las mujeres imparta tallares en los institutos de la ciudad. En ellos, de forma separada chicos y chicas recibirían orientación en torno a diversos métodos de recogida de sangrado menstrual, según informa eldiario.es. Sin embargo, esta iniciativa ha recibido muchas críticas en las redes sociales, ya que algunas personas lo han interpretado como una imposición, intromisión en la intimidad o “volver a lo neandertal”. La CUP ha realizado consultas para constatar que en los talleres de sexualidad no se habla de las alternativas a los tampones y compresas y pretenden llenar ese vacío dando mayor visibilidad a las compresas de tela, esponjas marinas y copas menstruales. Incluso el sangrado libre, del que apenas se habla. De todas ellas, la copa es la que más ha trascendido.
Las compresas y tampones son un método de sobra conocido, publicitado y accesible. Aunque se obvian cuestiones importantes: la compresa no deja transpirar y a los tampones se les relaciona con el síndrome del shock tóxico, causado por la bacteria Estafilococo Áureo, asegura a Abc la ginecóloga del Departamento de Obstetricia, Ginecología y Medicina de la Reproducción del Hospital Universitario Quirón Dexeus, Sofía Forunier.
La copa menstrual tiene una utilización similar a la del tampón, aunque con varias diferencias. Es de silicona quirúrgica o médica y recoge el sangrado en vez de absorberlo. Depende de cada mujer, pero no hay problema en utilizarla hasta 12 horas, después se saca, se lava con agua y puede volver a utilizarse. Lo más recomendable es hervirla al final y principio de cada ciclo para asegurar su esterilización y, con un cuidado adecuado, puede durar entre cinco y diez años dependiendo del fabricante.
En teoría parece un más que adecuado sustituto para los tampones, pero en la práctica no siempre es así. Sandra Broa es la administradora del blog treintay y la entrada en la que expone su perspectiva negativa está en la primera página de google al buscar 'copa menstrual opinión'. En él recrea su experiencia utilizando “líquido azul en plan súper profesional como los anuncios de compresas, jajajajaja" (Desventajas de la copa menstrual, treintay.com). Según publica La Razón, Broa afirma que “hay un grupo de ultrafeministas a las que no les ha gustado mi opinión y me tachan de frígida, retrógrada, machista y anticuada”.
Es innegable que la copa tiene grandes defensoras. Económica, hipoalergénica y ecológica son tres de sus más loadas características. Actualmente existen varios modelos en el mercado. El más barato ronda los diez euros y puede ser utilizado más de cinco años; es decir, suponiendo que la etapa fértil de una mujer dura unos 33 años y que cambiamos la copa cada cinco, se invertirían menos de 70 euros frente a los más de 1000 euros que cuestan los tampones. Además, se evitan deshechos —en nuestro país se tiran casi 3.000.000.000 compresas y tampones según la empresa Naturcup—, por lo que el adjetivo de ‘ecológica’ es perfectamente aceptable. Y por último su material exento de componentes químicos, como perfumes y blanqueantes, que sí llevan los productos clásicos, la hace apta para prácticamente cualquiera.
Y a pesar de todo, aún muchas se resisten con los mismos argumentos: poca practicidad y repulsión. El tener que lavarla hace que determinadas mujeres teman no encontrar un lavabo o que tengan que salir con la copa usada a lavarla delante de las demás. Aunque puede estar introducida hasta doce horas. Otras no consiguen colocársela correctamente, probablemente por no querer indagar en profundidad. El olor es otro motivo más. En definitiva: asco a la sangre y asco a la propia vagina.
En algunas sociedades es un estigma. En muchas, un tabú. El miedo a manchar, a que se note; a pedir un tampón en público, el cambio hormonal, el sexo. Y eso suponiendo que se hayan superado las creencias más rocambolescas: la mahonesa se corta, no te puedes duchar, ni comer limón o derivados de leche, que el tinte no agarra en el pelo… El origen de esta desagradable sensación forma parte de la cultura machista: el bombardeo de publicidad en la que se esconde la sangre y el olor; la vergüenza de tener la regla; darse los tampones a escondidas, como trapicheando. La inseguridad fruto del desconocimiento. Mujeres jóvenes que rechazan la copa porque no quieren meterse los dedos, porque temen oler mal –a pesar de que con una buena salud no debería pasar- y porque no quieren siquiera ver su propia sangre ¿Vaginofobia?
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