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Japón: ¿Un país para quedarse?

  • Foto del escritor: gajatezumalacarregui
    gajatezumalacarregui
  • 25 abr 2016
  • 4 Min. de lectura

El imperio del sol naciente se abre poco a poco a la inmigración. El pasado año recibió un número record de turistas Sin embargo, para conocer esta lejana cultura lo más conveniente es hablar con quienes se lanzaron a vivir allí.

Japón es un lugar hermético, con políticas de inmigración cerradas. No se puede acceder a él legalmente sin un trabajo previo, solo con una visa. Y como extranjero siempre te perseguirá una palabra: gaijin. Este término, que en un principio no tendría por qué tener ninguna connotación, ayuda a entender la mentalidad de los japoneses frente a los foráneos. Originariamente, el término gaijin servía para identificar a quienes no pertenecían al grupo de uno (familia, empresa), los que eran, literalmente “personas de fuera”. Pero a partir de 1910, con una mayor llegada de extranjeros a la isla, se les adjudicó el término a ellos, a los que eran de “fuera de Japón”.

Según afirman muchos de los extranjeros que viven allí, el recelo de determinados japoneses hacia los extranjeros se basa en la preservación de su cultura: temen que abrirse a la inmigración suponga perder lo que ellos consideran que les hace únicos. De alguna forma guardan particular rencor por sus vecinos asiáticos, probablemente por la bélica historia que comparten. A todo ello se le debe sumar la influencia de ciertas figuras públicas como la del anterior gobernador de Tokyo, Shintarō Ishihara quien niega, por ejemplo, la matanza de Nanjing.

Necesidad de extranjeros

Sin embargo, el estancamiento económico y los problemas demográficos, como el descenso en casi un millón de personas (un 0,7%) de la población de Japón le han obligado a abrirse a los gaijin. En 2014, por ejemplo, el gobierno activó un plan que permitiría a los extranjeros acceder a empleos como los trabajos domésticos, sector antes vetado a los inmigrantes, exceptuando a los escasos 1.200 diplomáticos y extranjeros altamente cualificados.

Otro factor necesario para la recuperación económica es el turismo. Japón cerró 2015 con casi 20 millones de turistas, —entre ellos 77.000 españoles, número record—, un 47% más que el año anterior, según datos de la Organización Nacional de Turismo. Ana San Gabriel vive desde hace 22 años en Japón. Afirma que visitarlo es una “delicia” y que no hay problemas; “al contrario, la gente es generosa y sale de su rutina para ayudar a quien lo necesita”. Beatriz López lleva cuatro años allí y puntualiza: “Probablemente te lo dirán todos, genial en vacaciones pero para vivir, no tanto”.

Ir y residir

Hay diferencias entre vivir en Japón o visitar Japón. Además de la distancia geográfica, se añade la distancia cultural. Los japoneses sociabilizan de una forma completamente distinta a como lo hacen los españoles: improvisar un plan, saludar con un abrazo o dos besos o simplemente tocar el hombro de tu interlocutor en público incomodaría a muchos japoneses. El total de la población extranjera es de 1,6%, frente a casi el 10% que hay en España en 2016, según datos del Instituto Nacional de Estadística. Sin embargo, algunos se aventuran a vivir allí. Y unos pocos lo hacen durante mucho tiempo. Ana San Gabriel comparte su experiencia: “Este país me ha cambiado y me ha hecho mejor persona, más amable, más consciente de que las palabras hieren y se ha de ser amable y educado con los demás”. Sin embargo, no niega que para adaptarse es necesaria “mucha energía, mucha soledad y muchas frustraciones”, además de la dificultad que supone el idioma. Asegura que tardó más de 5 años en empezar a sentirse a gusto y a entender realmente la sociedad japonesa. Cuenta que durante los años que lleva viviendo allí, las situaciones más desagradables le han sucedido por ser mujer, y no por ser una gaijin.

José Montaño, tras dos años y medio en Japón, asegura que donde "realmente se manifiesta el racismo sin ambigüedad es en las manifestaciones que llaman hate speech”, realizados por grupos minoritarios de ultraderecha. El discurso, afirma, suele dirigirse a nacionalidades asiáticas. Sandra López, Ana San Gabriel y Beatriz López coinciden en que la discriminación suele centrarse en coreanos y chinos.

Dentro y fuera

Para entender un poco mejor este lejano país es importante analizar en qué consiste eso de ser de ‘dentro’ y de ‘fuera’, o como ellos le llaman uchi y soto. Recordamos la importancia de pertenecer a un grupo en Japón, como puede ser la familia, los amigos, la empresa y el propio país. Dentro de ese grupo uchi, que casi podríamos llamar de confort, los japoneses se sienten libres de ser ellos mismos, de relajar sus modales y mostrar sus sentimientos. Y en el otro lado está el soto, grupo en el que nos encontramos inevitablemente los extranjeros, pero también aquellas personas ajenas al uchi de cada uno.

Laura Tomás Avellana es experta en sociedad y cultura de Asia Oriental por la Universidad Abierta de Cataluña y explica en su blog (japonismo.com) que la sociedad japonesa es una sociedad colectiva, donde la cortesía y buenas formas son clave para mantener la armonía en el grupo.

Un español dedicado a la hostelería cuenta sus malas experiencias laborales en Japón, probablemente debido a la presión de los uchi a los que pertenecía. Asegura que lleva ya ocho años en el país, y que exceptuando en su primer empleo, en los demás le han “humillado” y “hasta pegado”. Sostiene que entre ellos son “muy duros”: “A varios compañeros míos les sorprendió que en España no fuera normal pegar a la gente”. Aunque añade que sentía que esa violencia se ejercía especialmente contra él.

Como a él, a algunos españoles en Japón les ha costado adaptarse. Sandra López lleva tres años viviendo allí y no comparte la visión de que se trabaje en grupo, asegura que son “egoístas” y que les queda “mucho, pero mucho recorrido para aceptar a los extranjeros”. Sin duda, lo que más echa en falta de España es “la calidez humana”. Ana San Gabriel explica que “uno ha de darse cuenta que cuando viene aquí debe adaptarse aquí”, y no al revés. Añade que “aman y abrazan y ríen y muestran sentimientos, solo que son muy conscientes de que hay un lugar, una manera y un tiempo apropiado para llorar”. Japón no es para todo el mundo.

Imagen de: https://www.flickr.com/photos/gustty/

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