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Cuando te hablan de actitud

  • Foto del escritor: gajatezumalacarregui
    gajatezumalacarregui
  • 1 mar 2016
  • 2 Min. de lectura

¡Sorpresa! Hoy ha sido productiva la estancia en la universidad. Es más, ha cumplido con las fantasiosas espectativas que algunas pudimos tener sobre el "Templo del saber": formación humana.

Las clases de Formación de Portavoces son irremediablemente interesantes. Al fin y al cabo, somos portavoces de nosotros mismos. Aun que cada vez más distante, la comunicación sigue siendo primordial en la sociedad, y por ello en la vida misma. Nos comunicamos prácticamente a cada momento.

Hoy, entre otras cosas, hemos hablado de actitud y el profesor nos ha puesto un vídeo. Acabo de conocer a Victor Küppers , pero ya me cae bien. Como él dice, no se dedica a comunicar sus propias ideas, sino que coge de aquí y allá y las difunde. Y lo hace bien. Al menos, su discurso transmite exactamente lo que "vende", pero, ¿qué vende Küppers?

Pues actitud. Hace poco escribí sobre sonrisas que se pegan, y algunos me dijeron que sí, que es verdad, que se transmiten de alguna forma. Este hombre viene a decir que lo que más nos define es la actitud. Que hay personas que son personas de mierda, y personas cuya forma de ser nos impulsa y nos hace sentir mejor. Que van "chutados". Es fácil ahora mismo imaginarse a ciertas personas, y lamentablemente muchas serán del primer grupo. Porque es fácil pertenecer al primer grupo. Cada día oímos, leemos y vemos barbaridades. Tenemos problemas, grandes y pequeños. Muchos insignificantes, que son los que, al final, nos hacen ir con cara vinagre por calle. Y con la gente cercana.

Mi padre, que rezuma actitud

Resumiendo, Kúppers quiere recordarnos la importancia del no dar importancia a las cosas que no la merecen. Los llama "situaciones a resolver", diferenciándolos de los "dramas", que son los problemas verdaderos. Pero ahora me quedaré con los pequeños problemas. Los enfados con las señoras que arrasan con los paraguas, las colas y la tardanza en los "restaurantes" de "comida rápida", el conductor de autobús que llega tarde, el camarero que no te atiende,... Enfados que no valen nada y que nos llenan de rabia innecesaria, que se transmite y se contagia y con la que, al final, entramos en una espiral sin salida. Pero solo al final. Porque podemos hacer algo. Cambiar nuestra actitud.

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